El fanatismo ha golpeado el corazón de Europa, como por otra parte lo hace a diario en tantas partes del mundo y lo ha hecho tantas otras veces a lo largo de la Historia. El análisis de @jitorreblanca, titulado “Es política, no religión”, me parece de los más acertados que he podido leer. Dice: “el conflicto dominante no es entre el islam y occidente, sino dentro del mundo islámico, víctima de fracturas entrecruzadas de carácter étnico, geopolítico o económico, entre suníes y chiís, kurdos y turcos, autoritarios y democráticos, laicos y religiosos, ricos y desposeídos”. El colaborador de Noticias Obreras, Juanfran Garrido, en su artículo de enero «El papa Francisco y la comunidad política», aborda el papel que las religiones deben ocupar en las sociedades democráticas y las aportaciones que pueden hacer.
A modo de confesión personal, les dejo lo siguiente:
Primero, mi total solidaridad y simpatía por los trabajadores de “Charlie Hebdo”, sus familiares, amigos, suscriptores, lectores y allegados.
Segundo, condena absoluta a este ataque a la libertad de expresión, fruto del fanatismo, en este caso, de signo islamista.
Tercero, mi compromiso con el combate a todo tipo de totalitarismo que sacrifican a las personas y los grandes valores humanos en provecho de intereses egoístas.
Cuarto, un ruego: democracias laicas inclusivas que respeten a las minorías y puedan valorar las grandes aportaciones que pueden hacer las distintas corrientes espirituales y culturales presentes en nuestro mundo.
Quinto y último, más humor para encajar la autocrítica y la heterocrítica, y mucho amor, tanto propio como al prójimo.