Ken Loach: «El cine no cambia el mundo, pero puede ser una voz dentro de un coro»

El cineasta británico Ken Loach pasó por Madrid horas antes de la entrega de los premios Goya para celebrar un coloquio en la Academia de Cine, moderado por las periodistas María Guerra y Pepa Blanes .  A él acudió el colaborador de la revista Noticias Obreras Iñaki Lancelot, quien ha querido compartir el diálogo al que asistió.

 

La amplia carrera de Ken Loach ha seguido la línea de denunciar las injusticias sociales. ¿Cómo puede mantener su esperanza en cambiar el estado de las cosas?

Por estupidez por mi parte, obviamente. La cuestión es que la historia es dinámica. En todo caso, podrías decir que no ha cambiado… todavía. Pero, en realidad, continuamente emergen nuevas y diferentes formas.

Es inevitable el conflicto de intereses entre empleador y empleado. Este no acabaráhasta que ganemos. Esto es porque, por mucho que hayan explotado este año, lo que tienen que hacer el próximo es explotar más. De ahí, su línea permanentemente agresiva. La exigencia de crecimiento continuo lleva a que si este año he privatizado el ferrocarril, el próximo serán las carreteras, para así mantener unos beneficios cada vez mayores.

Ellos se sientan en una mesa a repartirse el pan. Nos piden que nosotros nos repartamos las migas que caen al suelo. Nosotros queremos hacernos con la mesa.

¿Cuál es su opinión de su experiencia de rodaje en España para «Tierra y libertad» y sobre el tema tratado, la guerra civil?

Primero, el compromiso con el trabajo del equipo fue sensacional. Segundo, la sensación inicial era que la guerra civil era un tema tabú. Pero cuando preguntabas una segunda vez, las personas se abrían y ya no podían dejar de hablar de ello, mostrando una gran necesidad de comunicarse. La escena del desarme de las milicias por el nuevo PC responde al recuerdo de una persona real, que asistió al rodaje. Lloraba al ver plasmado su recuerdo. Ese día es inolvidable para mí y es una de las grandes satisfacciones de dedicarme al cine.

¿Qué opina de la división de la izquierda política?

No sé si definir la situación de la izquierda como tragedia o como comedia. Lo que falta es la confianza de sus líderes en la fuerza de la clase trabajadora. Más al contrario, se han vendido. Los socialdemócratas han pactado llevando a la izquierda a un callejón sin salida. Han tomado medidas que perjudican a los suyos, con la consiguiente pérdida de confianza de su electorado y el rosario de derrotas electorales.

Ciñéndome al Reino Unido, el líder laborista, Jeremy Corbyn, es excepcional. Él sí ha liderado piquetes contra las privatizaciones. Sí ha abogado contra la relación servil con EEUU. La cuestión es que tiene un estilo sereno y respetuoso. No gritará ante una muchedumbre para enfervorizarla. Y ello lo convierte en una presa fácil para la prensa. Los medios quieren destrozarle porque es sincero y ello supone un ataque al poder del capital, el cual defiende la prensa servil.

Los más peligrosos son los parlamentarios laboristas, llegados en la época de Blair y Gordon, que votaron a favor de las privatizaciones. La sola actitud del nuevo líder denuncia la que ellos tuvieron. Este es el origen del baile perverso y la inicua comunión de intereses entre parlamentarios laboristas y medios de la derecha contra Corbyn.

¿Obtuvo mala críticas en su país natal por «El viento que agita la cebada», que sin embargo obtuvo la Palma de oro en Cannes y el reconocimiento en el resto de Europa?

Un problema de los críticos es que no suelen tratar la verdadera sustancia de las películas. De hecho, las críticas son buenas en general… hasta que toque sus intereses. Ello sucedió con esta película, que trata la independencia y su guerra en Irlanda. Revela que Irlanda fue una colonia británica, que la violencia fue perpetrada por los ocupantes sobre los irlandeses y que el ejército británico actuó con brutalidad. Ello cuestiona el falso mito creado por la clase dominante acerca del carácter supuestamente violento de los irlandeses. La derecha enloqueció. Hubo algún crítico capaz de declarar que no labia visto, pero que no necesitaba verla igual que no necesitaba leer “Mi lucha” para saber que el nazismo era cruel.

Le perjudicó la situación para obtener financiación

No. A los franceses les encantó. De siempre, obtenemos financiación en Europa para sacar nuestros filmes adelante.

Su cine dignifica a la clase obrera. ¿Cree que sus miembros ven su cine?

Mis películas no son del género multisala, obviamente. Pero los espectadores no son exclusivamente de clase media. Pienso que el mío es un público muy amplio repartido entre gentes de izquierdas, aficionados al cine y un grupo que sigue particularmente mis películas porque le gustan. Además, creo que el tipo de espectador varía de un país a otro. Sólo no avanzamos en Estados Unidos.

¿Modificaría hoy en día el final de «Ae fond kiss», una historia de amor interreligioso con final feliz?

Por supuesto que no. Primero porque nos es muy complicado concebir historias (realistas) con final feliz. Y para una vez que lo conseguimos, con esta película, no vamos a afearlo después.

Pero es que el film responde a la evolución positiva de la sociedad. Un final negativo podría malinterpretarse como derrota del multiculturalismo. Tal como está, responde a nuestras convicciones y expectativas.

Usted trató la inmigración latina en EEUU en «Pan y rosas». ¿Qué opinión le merece Donald Trump?

Él es una figura aberrante  y la decisión de construir muros, una aberración. Los problemas se resuelven trabajando juntos.

Pero ha provocado un dilema interesante para el capitalismo estadounidense, el cual ha obtenido grandes ganancias a partir de la mano de obra, barata, la de los mexicanos.

¿Ha renunciado a su prevista jubilación por el Brexit?

No. La cuestión es que sólo sé hacer cine. Y confío en que el éxito de mi última película me permita hacer la siguiente. Dentro de un género cuyo objetivo es entender este mundo, dentro de una tradición literaria, por la que merece la pena pelear.
Siendo Daniel Blake, el protagonista de su última película, un expulsado de la sociedad, ¿sería un votante de Trump o el Brexit?

Quizá, pero debemos distinguir el origen del voto a Trump, de los votantes a favor del Brexit.

El proyecto Reagan – Thatcher demanda la desregulación absoluta de los negocios. El objetivo es el incremento implacable del beneficio. Entre los medios para alcanzar este fin está el debilitamiento del sindicalismo en pos de un capitalismo salvaje. Ello ha conducido a que la inversión se haya dirigido a países con mano de obra barata, con la consiguiente muerte del tejido industrial en Reino Unido, por ejemplo. Se trata de que la mano de obra se deje explotar al menor precio. Y ello conduce a que las clases trabajadoras no encuentren nadie que defienda sus intereses. Entonces surge el mensaje populista: “El responsable de esto, tu enemigo, es tu vecino. Porque es distinto, habla otro idioma …”. Ello es falso, porque la clase obrera es internacional. Los que explotaban aquí son los mismos que lo hacen actualmente en Bangladesh.

Por otro lado, la Unión Europea no es una organización que favorezca a los trabajadores. Entre su ideología fundacional figura el mercado libre, sin regularizaciones. Impone la privatización y medidas económicas como las decretadas en Grecia. La ley da prioridad a las grandes corporaciones. La izquierda no puede defender estas tesis. La UE ha de reescribirse. Es necesario un movimiento paneuropeo, pero este mensaje es complejo de transmitir frente al inmediatismo de “la culpa es del extranjero”

¿La gran empresa pisotea cada vez más?

Sí. La cosa va a peor. El trabajo no es seguro. No dura una vida, ni siquiera un tiempo establecido previamente. Para los obreros, no está diseñado que formen familia o sean propietarios de su casa. La duración de la relación laboral disminuye sin cesar, las contrataciones se hacen a través de intermediarios.

Por ejemplo, en Reino Unido han inventado los contratos hora cero, que consisten en compromiso cero por parte del pagador, y compromiso de disponibilidad absoluta por parte del contratado, sin que se le asegure ningún período de contratación, ni horario ni sueldo. Eso sí, él ha de estar disponible para ser reclutado a cualquier hora, quizá para una sola hora. La respuesta a esto es el sindicalismo. Y líderes que confíen en que la clase obrera puede vencer.

Daniel Blake no es un joven nini. Es persona muy trabajadora que ha cotizado varias décadas y, sin embargo, el sistema lo expulsa por su no actualización tecnológica.

Efectivamente. Tiene una vida laboral amplia. No tiene adicciones, ni más hijos de los que se puede permitir (argumento empleado en ocasiones por la derecha británica). Sucede que el precio del alquiler es muy superior a la ayuda social a la vivienda. En Reino Unido, la autoridad local ha de afronta el pago de esa diferencia. Ello lleva a que dichas autoridades quieran que esas personas se vayan. Es un fenómeno de limpieza social. Sólo los ricos viven en el centro de Londres.

El gobierno empeora la salud de sus ciudadanos a sabiendas, empujando a la gente al hambre. Dicen los medios derechistas que ello es para animar a la gente a trabajar. Pero ¿qué crimen merece como castigo el hambre, cuando en Londres el número de personas que acuden a la caridad para comer es superior a un millón de personas?

(Pregunta formulada por el cineasta Daniel Guzmán, presente entre el público) ¿Cómo casa la fidelidad a un guión establecido con la frescura que provoca en el actor el factor sorpresa? 

Esto es de lo más emocionante cuando uno se dedica al cine. Un pianista sube al escenario. Se sienta e interpreta a Chopin. La espontaneidad y la creatividad se palpan. Está escrito lo que está tocando, pero parece creado por el pianista en ese momento. Esto es lo que yo pretendo conseguir en mi cine.

Yo no ensayo, al contrario de cómo se trabaja en televisión. Junto a los actores, tratamos con antelación la vida por la que ha pasado el personaje. Hasta antes de la primera escena. A partir de ahí, el actor debe conocer su trabajo.

Rodamos en orden cronológico, de modo que la escena de hoy es el ensayo de la de mañana. Y el guión se da a conocer diez días antes del rodaje, para no perder frescura.

Lo más importante para el director es el instinto del actor, una vez que lo has elegido bien y tienes su entrega. Quieres su vulnerabilidad, que revelen aspectos de sí mismo, y por tanto, de sus personajes. Si funciona, es un momento de grandeza. La indecisión, la duda en los ojos del actor es buena señal para mí. Maniobramos para romper toda previsibilidad, llegando a cambiar diálogos si es necesario.

¿Cuál será el efecto del Brexit sobre el cine británico? ¿Votaría Blake a favor del Brexit?

En la zona donde rodamos la película, ganó el Brexit. Sus efectos: nefastos para los trabajadores. El capital irá al mercado de la Unión Europea. Sólo invierten donde la mano de obra es barata, donde el despido es gratis, donde los impuestos empresariales sobre los beneficios son mínimos o donde no se proteja el medioambiente. Todo ello es malo para el trabajador. Esta es la dirección deseada por Theresa May.

¿Puede el cine cambiar el mundo?

Nunca lo he creído así. Podemos ser una voz dentro de un coro. Debemos creer en ello porque lo contrario es no hacer nada. Cuando empecé pensaba que si no era en este siglo, ganaríamos en el siguiente. Pero ahora los científicos nos dicen que el tiempo del medio ambiente se acaba. No tenemos siglos sino décadas para provocar el viraje. Tenemos que trabajar juntos, planificar recursos, nuestra forma de vida. Pensando un mundo basado en la propiedad común y control democrático. Si Rosa Luxemburgo dijo: “Socialismo o barbarie”, yo afirmo “Socialismo o supervivencia”.