La Iglesia ante el 8M

Noticias Obreras da un paso más en su relato sobre el 8M, esta vez, recogiendo la visión eclesial de la movilización de las mujeres.

José Luis Palacios | La Iglesia no ha sido ajena a la gran movilización de este histórico 8 de marzo de dimensión internacional, (en más de 170 países del mundo se celebra oficialmente).

El mismo papa Francisco ha señalado en diversas ocasiones la importancia del papel de las mujeres y ha insistido en la necesidad de contar con el genio femenino también en el gobierno de la propia comunidad eclesial.

La secretaria de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas, María Lía Zervino, ha declarado hoy mismo en los medios oficiales vaticanos: “¡qué maravilla que pueda haber una evangelización con perfil, lenguaje y gestos femeninos!” Tambien ha recordado que el actual obispo de Roma ha señalado que la Virgen es superior a los Apóstoles y que la Iglesia es madre.

Pese a algunas declaraciones desafortunadas, la inmensa mayoría del episcopado español ha querido ponerse sin ambigüedad del lado de las mujeres. El propio portavoz de los obispos, José María Gil Tamayo, en su comparecencia tras la reunión de la comisión permanente de la conferencia episcopal dio su “apoyo total” a la “reivindicación de la igualdad de la mujer”, dejando a las organizaciones y a la sociedad civil la libertad de elegir la mejor estrategia para conseguirla, al aclarar que era una “cuestión de los procedimientos” que “entra en el campo de la libertad”.

El cardenal Carlos Osoro consiguió llamar la atención por la forma en que tuvo de hablar de la lucha de las mujeres. Así en la presentación de un libro, no solo se mostró comprensivo con las mujeres que defienden sus derechos, sino que consideraba que hasta la Virgen María secundaría la huelga, “lo haría también, lo hace también de hecho, la Santísima Virgen María”. Del mismo modo, el obispo de Ávila, Jesús García Burillo, apuntó que “aunque habrá objetivos con los que la Iglesia esté más o menos de acuerdo”, la promoción de la mujer “es el objetivo global”, y por lo tanto la Iglesia, desde luego, no se puede quedar atrás”.

Otros prelados también han tenido palabras de aliento y comprensión hacia las reivindicaciones de las mujeres como los obispos de Palencia o el de Tarazona. Algunos departamentos diocesanos como la Pastoral Obrera de Plasencia y la de Barcelona han respaldado con contundencia la movilización feministas.

Con especial interés se ha tomado la Asociación de Teólogas Españolas, el día internacional de la Mujer, elaborando un oportuno y valiente manifiesto, para el que han pedido apoyo a otras instituciones eclesiales. En él abordan integralmente la situación de las mujeres, denunciando clarividentemente las raíces de las situaciones de injusticia, discriminación y desigualdad, sin olvidarse de su estado actual dentro de la propia Iglesia.

“La participación de las mujeres en la Iglesia, su ser mujeres en ella, es germen de vida  porque aceptan y asumen con responsabilidad y corresponsabilidad las tareas encomendadas como hacen en otros espacios; porque hacen memoria de tantas mujeres que en la historia y en la Iglesia han sido silenciadas; porque tienen palabra y voz válida y comprometida; porque están implicadas el trabajo en red dentro de la comunidad creyente y están presentes también en otros colectivos de mujeres o en el diálogo interreligioso enriqueciendo a la comunidad creyente; porque tienen gestos que denuncian que, aunque como Iglesia reconozcamos la igualdad entre varones y mujeres, en la práctica hay subordinación e inferioridad”, se puede leer.

Las Siervas de San José, que alientan la proclamación de su fundadora Santa Bonifacia Rodríguez de Castro como patrona de las mujeres trabajadoras, no han desaprovechado la jornada del 8M para reivindicar “la visibilidad de las mujeres en la transformación social” y afirmar que “las mujeres que mueven el mundo son las que mantienen a sus familias, y siguen trabajando por tener un papel en la sociedad”.. La religiosa de esta congregación Carmen Soto no ha dudado en comentar que la propia Bonifacia, “denunciaría los abusos que hoy se comenten contra las mujeres por el hecho de ser mujeres, la violencia de género, la invisibilización de sus logros y sus luchas que todavía persiste”.

La JOC y la HOAC, como viene siendo habitual, lanzaron su propio  situación de desigualdad laboral de las mujeres y los efectos que la precariedad causa en sus proyectos vitales. En los días prevlos a la movilización, aseguraban: “nos sentimos llamadas y llamados a celebrar el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Por eso, junto al resto de compañeras y compañeros de las organizaciones sindicales y feministas nos sumamos a la movilización, especialmente al paro laboral, para visibilizar las discriminaciones que sufren las mujeres trabajadoras en el acceso y en el empleo, y dar voz a tantas mujeres heridas por este sistema patriarcal, deshumanizador y tan contrario a los planes de Dios para la humanidad”,

“Por su parte, la Juventud Estudiante Católica (JEC) también ha emitido un comunicado en el que, mirando al panorama universitario, defenderí“una apuesta por políticas estructurales de promoción de igualdad de género en todos los niveles del sistema educativo”, siguiendo los valores evangélicos.

Aunque no han faltado actos vandálicos que la han tomado con alguna que otra iglesia, la comunidad eclesial ha dado muestras más que suficientes de apoyo a la lucha contra la desigualdad que están protagonizando las mujeres, ejerciendo con responsabilidad la autocrítica necesaria. Así ocurrió, por ejemplo, el día antes de la huelga feminista, en la presentación del libro de Teresa Compte,“Diez cosas que el Papa Francisco propone a las mujeres”. El propio Francisco encabeza esta obra con una carta en la que reconoce su preocupación porque “el papel de la mujer sea más de servidumbre que de servicio”.