“…Y dos huevos duros”

En el debate a cuatro, los candidatos al gobierno han monologado largo y tendido sobre economía y empleo.

Uno defiende su gestión y porfía que ya se crea empleo. Los otros le afean por la calidad del empleo, por acabar con el diálogo social o por no defender a los emprendedores.

Al menos una cosa está clara: el empleo es una pieza clave en todos los programas políticos, aunque solo sea nominalmente. La pena es que no haya detrás de sus programas un verdadero análisis, una verdadera reflexión, un verdadero aprendizaje de la experiencia y se conformen con trasladar las reivindicaciones de sus grupos afines al campo de batalla de las relaciones laborales.

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Por supuesto, nadie en su sano juicio se opone a la generación de más y mejor empleo. Así dicho, cabe el principio marxiano de los huevos duros, como ya se encargó el candidato podemita y polemista de utilizar en el debate.  Las diferencias salen a flote cuando hay que decidir cómo alcanzar este gran objetivo social. En el intento por lograrlo, al final, unos se conforman con poco y llaman empleo a casi cualquier cosa, otros no quieren descansar hasta volver al paraíso, si es que alguna vez lo fue, del pleno empleo.

 En el libro Trabajo y pobreza” recién editado por la HOAC, la profesora universitaria Ana María Rivas, lanza una provocadora declaración:

“Erradicar el trabajo indecente, indigno y precario sin cuestionar el orden neoliberal y la instrumentalización que hace del trabajo como dispositivo de disciplinamiento y adoctrinamiento de las personas a la nueva ideología del gerencialismo empresarial, que se quiere imponer como universal y absoluta y que busca hacer del mundo una gran y única empresa capitalista, resta credibilidad a la propuesta.”

Por eso, nos advierte que:

“Para ser posible un trabajo digno, hay que dignificar la sociedad, la política, la economía, situando a la persona por encima de beneficios, ganancias, dinero y poder. Para ello hay que resistir y combatir el proyecto neoliberal y el modelo antropológico que propugna: hacer de cada uno y cada una de nosotras un capitalista, pequeño o grande, pero capitalista al fin y al cabo”.

Es decir, va a hacer falta mucho más que cambiar a unos políticos por otros. Para empezar, hará falta que, de verdad, la vida de las personas pobres nos duela.