Iñaki Lancelot. La primera película de Carlos Iglesias, «Un Franco, catorce pesetas», cambiaba el punto de vista dominante en aquel momento en una España que se sentía país receptor de migrantes. De soslayo, como sin quererlo, describía con gran exactitud el ambiente laboral español en la década de los sesenta.
Viene al caso la referencia anterior porque no recuerdo cinta española que haya reflejado el mismo asunto en un contexto actual hasta la llegada de «La mano invisible». Al menos, no con la vocación tan amplia como la de la primera película de David Macián, quien no se centra en mineros o astilleros en lucha frente al paro, sino que abarca todas las facetas desde el acceso (o no) a un puesto de trabajo hasta su pérdida. Sí, pérdida, porque no sucede aquí ninguna trayectoria que llegue a la jubilación.
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