Tras el éxito del 8M, ¿ahora qué?

Noticias Obreras concluye su relato sobre el 8M, intentando responder a dos preguntas que deja el días después: ¿por qué ha sido un éxito? y , ¿ahora qué?

José Luis Palacios | Al final fue, de verdad, histórico, todo un éxito, del movimiento feminista, de la sociedad civil. El 8 de marzo de 2018 ha marcado un hito imborrable en un país que ha captado la atención del mundo entero. Dos son las cuestiones principales que nos deja el día después: ¿por qué?, ¿y ahora qué?

En otros 70 países del mundo hubo protestas y reivindicaciones, pero ninguna de las dimensiones de la de nuestro país, donde calles, plazas, centros de trabajo y centros educativos se desbordaron.

Aspecto de la manifestación de Madrid. Foto de Fran Lorente.

La primera explicación tiene que ver con la capacidad de movilización y sensibilización de las organizaciones y colectivos implicados, empezando por el movimiento feminista. Desde luego, han dado toda una lección de consenso, transversalidad y confluencia, logrando el apoyo de importantes medios de comunicación, de referentes mediático, artísticos, culturales e intelectuales.

A pesar de la diversidad, y las diferencias, han sido capaces de sumar esfuerzos y estrategias. Los sindicatos han hecho su parte, como también algunos sectores de la Iglesia. Pero esta primera razón no lo explica todo. En otros países, la sociedad civil es más fuerte, tiene mayor recorrido y no han logrado la misma repercusión.

La torpe crítica de los sectores más reaccionarios actuó en España como acicate. No se puede recomendar “huelga a la japonesa” a mujeres obligadas a hacer dobles jornadas, ni hablar de “ideologización” sin mirarse antes la viga en el ojo propio. Menos aún, cuando con la excusa de la crisis no solo se recortaron las políticas de igualdad, sino que se dio a entender por la vía de los hechos que eran un lujo que no nos podíamos permitir. De ahí, la osadía de decir que “la brecha salarial” no era un tema que hubiera que tocar. En el fondo, tales reacciones vienen a confirmar ese sustrato cultural machista incombustible, agazapado y oportunista que se ha hecho fuerte en importantes parcelas de poder donde se toman las decisiones. He aquí un hecho diferenciador que no convendría despreciar.

Sin embargo, la razón más poderosa que explica lo sucedido tal vez tengan que ver con la vida misma. Con la realidad de discriminación y desigualdad cotidiana, con el abismo entre el discurso de los derechos reconocidos y la posibilidad de ejercerlos en la práctica, con el contraste entre el empeño por reflotar la economía y el desprecio a las dificultades que han de enfrentar las personas, especialmente las más castigadas y penalizadas, las mujeres, en su día a día. Con la organización de la vida en sociedad, de la producción y el consumo, dejada al albur de programas de ajuste y austeridad que rozaban la crueldad, de los que, otra particularidad muy española, se saca pecho.

Se trata de condiciones laborales que no permiten a mucha gente alcanzar los mínimos vitales, que ponen trabas a todo hijo e hija de vecinos para conciliar, que obliga a elegir entre la carrera profesional y la vida personal y familiar. Se trata de condiciones de vida marcadas por horarios irracionales, donde se sacraliza el comercio y se denigra el cultivo de las relaciones, donde se santifica el consumo y se olvida el crecimiento personal, donde se rinde pleitesía a la libertad de los más fuertes restando oportunidades a las personas con más desigualdades de partida.

Ya no cuela que repitan que vivimos en el mejor de los mundos posibles, con el mejor de los gobiernos posibles y con las mejores políticas económicas posibles… ¡Basta ya!, han dicho las mujeres, quieren cambios y los quieren ya. Empezando al día siguiente.

De hecho, si algo ha conseguido la movilización es poner en la agenda social y política importantes reivindicaciones. Pueden quedar olvidadas en un cajón u ocultas con un poco de maquillaje, desde luego, pero las consecuencias de desilusionar a una ciudadanía que ha tomado conciencia de su papel no deberían desatenderse.

A estas alturas, las medidas a tomar parecen muy claras. Acabar con la brecha salarial, favorecer la conciliación, repartir la responsabilidad en las empresas con leyes específicas, distribuir las tareas de cuidado, con apoyo de los servicios públicos y decidida sensibilización institucional, racionalizar los horarios y las jornadas, invertir en educación, también en valores, erradicar la violencia machista, promover la independencia económica de las mujeres favoreciendo su acceso a y mantenimiento en el trabajo decente… Las mujeres saben lo que quieren, cuentan con muchos compañeros que las acompañan y alientan.

Será difícil darles gato por liebre. La proverbial perseverancia de las mujeres es garantía de que este 8M no pasará a la historia, algo tan español, como otra expresión folclórica.