Noticias Obreras continúa su cobertura especial de la histórica convocatoria de este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Llegado el momento, es hora de recoger las primera impresiones.
José Luis Palacios | El día ha amanecido teñido de violeta. Los grandes medios de comunicación, hasta los más conservadores, dedican sus principales espacios a hablar de las mujeres. Los medios alternativos se afanan en medir el seguimiento de la numerosas y variadas convocatorias. A simple vista, la normalidad es la tónica, aunque si se observa bien, se pueden descubrir pañuelos y brazaletes morados, delantales colgados y saturación en los servicios mínimos del transporte público.
Anoche, hubo caceroladas y marchas, y de madrugada ha habido piquetes informativos en algunos centros de trabajo bien escogidos. De momento, no pasa nada espectacular, pero sí está pasando algo difícil de cuantificar y valorar, cuyas consecuencias sería osado pronosticar.
De entrada, hay que entender que no es solo una huelga laboral, sino una movilización preparada pacientemente desde hace un año por las organizaciones feministas que han tomado como referencia los “días sin mujeres” para dejar bien patente que “sin nosotras no se mueve el mundo”. “El planteamiento de la huelga feminista es completamente novedoso en todo”, declaraba Justa Montero, de la Comisión 8 de marzo, a “El Salto”.
De hecho, se han organizado ludotecas y espacios de cuidados en los barrios, en centros okupados, en parroquias y en instalaciones municipales cedidas a los vecinos, para dejar a las mujeres en la primera línea de las movilizaciones y empezar a repartir más equitativamente con los hombres las tareas de cuidado.
Si diverso es el movimiento feminista, el mundo sindical no lo es menos. La huelga general ha sido convocada por los sindicatos con menos representación, como CGT y CNT, lo que les sirve para criticar a los sindicatos con mayor implantación por considerar que han sido tibios al convocar paros parciales.
La convocatoria de huelga para todo el día está sirviendo para dar cobertura legal a las opciones que las trabajadoras y los trabajadores están escogiendo hoy, más que para parar la producción y los servicios, según una primera impresión, y responder así a las pretensiones maximalistas de algunos sectores feministas.
CCOO y UGT han preferido convocar paros parciales de dos horas por turnos (de 11,30 a 13,30 horas y de 16,00 a 18,00 horas) y echar el resto en las manifestaciones de por la tarde, conscientes primero de la dificultad de las asalariadas y los asalariados para hacer huelga y de la diversidad de posturas que se dan en los centros de trabajo.
No menos peso ha tenido su análisis compartido de que en esta ocasión más que liderar una acción reivindicativa tocaba acompañar a las organizaciones de mujeres que no se conforman, siendo algo fundamental, con cambiar el ambiente laboral que padecen las mujeres. De ahí, que el secretario general de CCOO, dijera en la última asamblea preparatoria de la huelga que no habrá cambios “solo por el sindicalismo, pero tampoco sin el sindicalismo”.
Por su parte, USO, considerado como el tercer sindicato del país, ha optado por organizar huelga laboral de 12 a 16 horas y sumarse por la tarde a las manifestaciones conjuntas.
La variedad de formas de protesta y reivindicaciones así como de colectivos implicados está siendo aprovechado para generar confusión y lanzar descalificaciones generalizadas por quienes intentan desinflar la jornada reivindicativa.
Con todo, nadie se atreve a negar que algo está pasando. La ciudadanía más consciente y esperanzada confía en que lo que pueda llegar a significar el día de hoy no tenga marcha atrás, mientras que los más escépticos creen que todo volverá a ser como era transcurrido un tiempo prudencial. Se hacen apuestas, como siempre, pero el equipo violeta, al menos hoy, parecer llevar las de ganar. Faltaría más.